Antiguo Cementerio
La Casa Parroquial
La Casa Parroquial, llamada vulgarmente la Casa del
Cura, estaba situada a pocos pasos de la Iglesia. Allí vivieron durante muchos
años los sacerdotes que regentaron la Parroquia, pero la vivienda se iba
deteriorando poco a poco, hasta el punto que llegó a amenazar
ruina. Tampoco se tomó ninguna medida para su conservación. Fue en el año
1922, siendo cura párroco mosén Modesto Camacho, ante el inminente peligro de
derrumbe dejó de ser habitada y a partir de entonces, los párrocos posteriores,
dejaron de vivir en ella. Y finalmente sucedió lo esperado: se hundió.
En lo sucesivo, al no haber en el pueblo una vivienda propia
para el cura, fueron los de Ferreruela y los de Villahermosa sucesivamente,
quienes se encargaron de la parroquia de Cucalón. En la década de los años
treinta fue nombrado cura mosén José Cameo, el cual se instaló en Lanzuela dado
que en dicho pueblo tenía una cómoda casa en perfectas condiciones de
habitabilidad y con el complemento de una hermosa huerta adosada. Teniendo en
cuenta la proximidad entre ambos pueblos, es de suponer que las autoridades
eclesiásticas pensaron que podía llevar con facilidad las dos parroquias e
incluso todavía le encargaron la de Fombuena, en la época en la que yo lo
conocí. Es el periodo en que fui monaguillo con este cura.
Mientras tanto, el lugar ocupado por la casa del cura
en Cucalón, quedó primero en un montón de escombros y más tarde en un solar.
Pasaron bastantes años antes de tomar una decisión sobre el futuro de la finca.
Pero sucedió que en la década de los sesenta, un vecino comunicó al municipio
su interés en adquirirlo, por lo que al aceptar la sugerencia y ver las
ventajas que reportaba para las arcas municipales, notificó públicamente a los
vecinos la decisión de venderlo. Pero ante esta circunstancia, como al mismo
tiempo otro vecino también manifestó su interés por el solar, se sacó
finalmente a pública subasta. El acto se realizó oficialmente y al estar ambos compradores
sumamente interesados por el terreno en cuestión, el precio subía y subía de
modo imparable, adjudicándose al final al mejor postor a un precio de remate
que fue considerado excesivamente alto para la época.
Con el dinero recaudado por la venta, el municipio
compró una pequeña vivienda en la calle San Roque (llamada entonces así, la que
hoy se llama Santa Ana) y gracias a ello Cucalón tuvo de nuevo sacerdote,
siendo el primero mosén Ángel Monge. No obstante, poco tiempo estuvo aquel cura
y la casa fue alquilada durante varios años. En esta época se reedificó la
Iglesia Parroquial. Pero el final de la casa como vivienda sacerdotal estaba
cercano. En los años ochenta, cuando llega la despoblación y se incrementa la
escasez de sacerdotes, la casa fue vendida de nuevo a un vecino.
El cementerio
Antiguamente solían hacerse los enterramientos humanos
dentro de los templos. Según comentarios de algunas personas mayores, habían
oído decir que existió en Cucalón un
viejo cementerio en la parte izquierda de la Iglesia y prueba de ello fue el
encontrar restos humanos cuando se hizo la cimentación para reconstruir la
nueva iglesia. Personalmente me parece un poco insólito, tener dos
cementerios uno al lado de otro, en tan poco espacio de tiempo. Pero como he
dicho, no eran más que comentarios. Por lo tanto ¿no serían los restos
encontrados parte de los enterramientos efectuaos dentro de la iglesia vieja? La
realidad nunca se sabrá.
Pero el que todos conocieron en activo hasta principios del siglo XX, estaba a la derecha de la
iglesia y adosado a la torre. Hoy es un parque infantil, del que todavía se conservan
las tapias, excepto una cercada con valla metálica y el arco frontal de la
puerta de entrada al viejo cementerio.
El último enterramiento del
cementerio viejo, junto a la iglesia de Santiago, se realizó el 27-07-1915 y correspondía
a
“Juana Pascual García, de 64 años de edad, natural de Cucalón, a consecuencia de “insuficiencia mitral”. Era viuda de Vicente García, de cuyo matrimonio tuvo tres hijas: María, Serafina y Teresa, la primera ya fallecida”.
Nuevo cementerio en La
Guitona
En esta época, primera década del s.
XX, por cuestiones de salubridad -pues quizá hubo alguna epidemia de cólera-,
se dictan unas normas creo que a nivel nacional, para que se construyan
cementerios nuevos alejados del casco urbano y se abandonen los enterramientos
en sus aledaños.
Con el fin de cumplir esta norma, fue construido uno nuevo al norte del pueblo, en el
paraje o partida denominada "La Guitona", en un terreno
poco productivo y bien ventilado por el cierzo. Es el actual que
conocemos y con el primer enterramiento en el año 1915, se abandonan
definitivamente los enterramientos en el viejo de la iglesia. Tiene forma cuadrada, con las paredes de unos tres
metros de altura.
Datos del primer enterramiento en el
cementerio nuevo de La Guitona:
Al
principio del Tomo 14, hay una nota que dice textualmente:
“Al folio 25 de este libro la partida de Juan Gracia 1er. cadáver enterrado en el cementerio de la Guitona”.
Y dicha
partida dice:
“01-08-1915 -Juan Gracia Gracia, natural de Cucalón, de 62 años de edad, hijo de Rafael y de Valera, estaba casado con Gregoria Belanche, de cuyo matrimonio tuvo dos hijos, ambos ya difuntos”.
Se dio la coincidencia, muy comentada por los vecinos
de entonces, de que el nombre del último enterramiento en el viejo cementerio era
Juana y el primero del
nuevo, Juan.
La población en general, acostumbrada a los
enterramientos en el viejo cementerio tan próximo al pueblo, quizá por
conservadurismo se sentía reacia a modificar sus ancestrales hábitos, pues
hubiera preferido continuar enterrando a sus difuntos junto a la Iglesia. Pero poco
a poco las costumbres se van disolviendo con las nuevas generaciones y se impone
definitivamente lo irrevocable.
Hasta los años setenta fue de uso común, el
enterramiento en sepulturas excavadas en el suelo, mas al llegar la emigración
y el consiguiente descenso de población, ante la escasez de jóvenes para excavar
en la tierra las fosas, fue preciso recurrir al sistema de nichos. Recuerdo en
algún caso, cómo el cadáver tuvo que esperar varios días en el domicilio del
fallecimiento, ante la imposibilidad de cavar una fosa en el terreno helado del
cementerio. El último
enterramiento en tierra tuvo lugar el verano del año 1998 y para excavar la
sepultura ya se aprovecharon de los avances de la tecnología, usando una
pequeña pala mecánica. Y el día 18 de noviembre del año 2000 se inhumó el
primer cadáver en nicho, probablemente el último del siglo XX.
Por cuestión afectiva y nostálgica, muchas personas al
fallecer, aún muriendo fuera de la población, dejaron deseo expreso de ser
enterradas en el pueblo que les vio nacer, para poder así reposar junto a sus
antepasados.